jueves, 17 de marzo de 2016

Capítulo 79: BUSCO HABITACIÓN EN PISO COMPARTIDO

Durante la semana de ARCO y el resto de ferias de arte en Madrid, aparecieron unas fotos por mis redes sociales que captaron absolutamente mi atención. Eran fotos de colegas y amigos que habían asistido a lo que parecía ser una inauguración pero que, cuanto menos, era bastante extraña. El título de todas las fotos era: "Se alquila cuarto SEMI amueblado".

Estando Susi Blas de por medio no podía tratarse de otra cosa que un proyecto artístico, pero veamos: ¿en una casa? ¿una casa con sus inquilinos dentro y todo? La respuesta es sí.


El Cuarto de Invitados es un proyecto sin ánimo de lucro recién estrenado. "Un espacio en nuestra propia casa, un piso en el céntrico barrio de Lavapiés", dicen en su web los nueve anfitriones (anfitriones todos aunque solo tres viven en ese piso), que han puesto la iniciativa en marcha. Son nueve chicos licenciados en BBAA por el CES Felipe II de Aranjuez: Antonio Gómez, Víctor Gutiérrez, Ciprian Burete, Marta Abril, Juan Jurado, Valeria Cámara, Manuel Ruiz Francisco Javier Ruiz y Milad Nouiouat, y que además de llevar a cabo sus propias propuestas artísticas, han decidido impulsar la gestión de un espacio íntimo en el que la experiencia artística/crítica es la principal preocupación. Un lugar que quiere cambiar el contexto en el que se disfruta del arte contemporáneo, si no absolutamente, sí en cuanto a su capacidad de acción: del espacio institucional al espacio de intimidad.

¿Y qué ocurre, entonces, cuando abrimos nuestros espacios privados a los otros con una intención artística?




El primer rasgo característico de esta experiencia es la autogestión. Siendo el salón de su casa una sala de exposiciones, como habréis pensado ya, no cuentan con presupuesto institucional ni público para sufragar los gastos que las exposiciones ocasionen ni, por supuesto, para pagar a artistas ni comisarios. Me pasa por la cabeza que eso en este país no es demasiado extraño, que la mayoría de las exposiciones no contemplan el pago a los artistas, y los comisarios solo pueden atreverse a pedir unos honorarios cuando ya tienen una larguísima trayectoria o en circunstancias muy especiales. Lo que sí proporciona la autogestión es una mayor libertad temática, ideológica, artística, social. En esta habitación se puede hablar de todo: puede reflexionar el arte sobre sí mismo, sobre el nosotros como sociedad, sobre el otro para reconocerlo, sobre problemáticas del ahora.

El primer comisario fue Óscar Alonso Molina, doctor en BBAA, comisario independiente y profesor de los nueve anfitriones que ha guiado y apadrinado el proyecto desde el inicio, y que llevó los dibujos del artista Abdul Vas a la habitación llenándola de murales, escenas de conciertos de AC/DC.

Óscar eligió y pasó el relevo a Susi Blas, profesional a la que admiro y aprecio, historiadora del arte contemporáneo especializada en creación audiovisual, comisaria y crítica con especial atención en las cuestiones de género. En la actualidad es redactora del espacio cultural de televisión Metrópolis de TVE2. Susi seleccionó al artista Dosjotas conocido por sus intervenciones urbanas cargadas de crítica política y social: "La ciudad vista como un campo de acción e intervención artística. No desde una perspectiva formal, estética o decorativa, ni como una visión monumental del espacio público, sino como el terreno concreto donde cuestionar y criticar nuestra sociedad, nuestros hábitos y nuestras ideas."




El proyecto "Cuarto SEMI amueblado" se ha lanzado de forma inteligente e irónica en páginas de alquiler como Idealista y otras, haciéndonos dudar si se trataba de un proyecto artístico o, verdaderamente, se alquilaba una habitación "sin calefacción ni baño" al precio de 2200 euros + 2200 más de fianza.

El Cuarto de Invitados está ocupado por dos literas viejas, arañadas, desconchadas, con colchones sucios y rotos, y nada más. A la entrada, en el hall del piso, encontramos los carteles de "SE ALQUILA" con todos los detalles; algunos de los correos que los usuarios de estas páginas inmobiliarias preguntando, asombrados, si ese es el precio verdadero o sobra algún cero; varios comentarios en redes sociales sobre los anuncios (entre ellos, los míos); un vídeo promocional siguiendo la estética propia del mercado inmobiliario y una hoja de sala en la que más que un texto comisarial se plantea un choque entre tres factores: la visión del mercado (inmobiliario y artístico), la visión del joven profesional que busca habitación en un lugar "cool" de Madrid, y la visión del migrante obligado a una "cama caliente".







Un proyecto redondo en mi opinión, que da lugar a la reflexión no solo sobre la realidad de los jóvenes en cuanto a acceso a la vivienda, también a la problemática de este mismo acceso de los migrantes que viven en Lavapiés, y de camino, al valor y precio de la obra de arte. Valor cultural/social y precio económico. ¿Cuánto puedes pagar por un lugar en el que vivir tú artista, tú gestor cultural, tú vendedor ambulante? ¿Cuál es el precio de una obra de arte en el mercado? ¿Y fuera de él? ¿Y en un cuarto de invitados?



Si bien es cierto que este tipo de experiencias ya se han presentado con anterioridad en España, no podemos decir que exista un verdadero tejido de iniciativas artísticas autogestionadas como en Alemania y otros países de Europa. Un ejemplo es Casa Sostoa en Málaga, proyecto con unos cuantos años ya de recorrido y que en este momento expone la obra de Moreno/Grau. Existen otros tantos en Madrid o Barcelona, pero quizá esta es la primera vez en la que el conjunto de acciones resulta verdaderamente abierto a los agentes externos al colectivo.

El siguiente comisario ha sido ya anunciado: Susi pasa el relevo a Javier Díaz Guardiola, pero no será siempre así. De forma puntual en el futuro abrirán convocatoria para selección de proyectos comisariales. El colectivo también está interesado en la realización de actividades paralelas que se desarrollen en torno a la exposición del momento.

El cuarto SEMI amueblado sigue en alquiler. Podéis pasar a visitarlo los sábados y domingos de 12 a 14:30, y si os apetece, también podéis comenzar a idear actividades o exposiciones para presentar cuando llegue el momento.   







miércoles, 16 de marzo de 2016

Capítulo 78. DAZ DISLEY Y LA MÍMESIS TECNOLÓGICA.

Es de todos sabido el largo camino que ha hecho el arte cogido de la mano de la naturaleza. La mímesis, la copia de la naturaleza, ha sido prácticamente hasta finales del siglo XIX, el gran tema central del arte occidental. Y no es de extrañar ya que el artista nos ha querido transmitir su visión del mundo, con más o menos libertad según el caso, inspirándose para ello en lo que le rodeaba y realizando su propia interpretación más o menos simbólica, profunda, alejada de lo real o cercana al modelo.

Ya entrados en el siglo XXI, cuando contamos con herramientas tecnológicas de tercera generación, el arte, que muchos critican por alejado del natural, en mi opinión, no ha ido ni mucho menos tan lejos en muchos casos. Los formatos son distintos, las luchas son las mismas: el hombre, su manera de estar en el mundo (la sociedad) y la naturaleza (como contexto).

Daz Disley, no es artista, o él dice no considerarse así, pero sus preocupaciones encuentran una salida para hacerse visibles, para comunicar, en formas creativas y propiamente artísticas. Llegado desde el mundo de la música, en su mente lo visual es en gran medida otra de las vías por la que las preguntas que se plantea a diario encuentran forma, se hacen explícitas. Por esta razón, lo visual no tiene que ser de un modo determinado: usa fotografía, vídeo y música, por el momento, pero su búsqueda en formatos y herramientas no ha acabado aquí. Lo digital es su lenguaje sin que ello lo aleje de la naturaleza como demuestran sus obras. Para Daz el arte, su arte, es únicamente un canal por el que materializar sus preguntas, es por este motivo que la forma pierde importancia frente al contenido: lo importante es investigar para hallar el camino que le lleve a la respuesta que está buscando. El modo más idóneo para presentar aquello que le preocupa.



En sus fotografías los motivos oscilan, van y vuelven. Del retrato a la abstracción. Del natural a la transposición a formas puras o a su disolución en manchas de color, en movimiento, música insinuada. Imágenes que bailan y nos ofrecen desde una experiencia bella formalmente, a una crítica política y social en la que reivindica su visión del mundo.

En la serie "Euro Witch, Pop Bitch..." la modelo, vestida con los colores de la bandera de la Unión Europea, juega de forma agresiva con un globo que también simula la bandera. Su actitud nos revela el desprecio por esta realidad política. El aspecto desaliñado, dejado, hostil, nos hace preguntarnos ¿es esta la Europa en la que vivo? ¿Es el lugar en el que quiero estar? La respuesta de Daz es clara. A través de la burla nos enseña una realidad que le preocupa, le disgusta y que usando esta serie fotográfica, consigue calmar en cierta forma. Usa la ironía como terapia contra el hastío.



En las series Pea Soup and Polo Mints y Woodland, retoma una fotografía más clásica, aunque no en sentido estricto. Para ello, se traslada a parajes naturales evocadores, misteriosos, que nos ofrecen imágenes de gran belleza pero nos dejan cierta sensación de desazón. Hay en estas fotografías un aire frío, una atmósfera nostálgica y solitaria que atrae e hipnotiza. Hace que queramos saber más.

En la primera, animales en pequeños grupos o en solitario, son captados con gran delicadeza. Objetos de uso cotidiano son abandonados, o están allí, esperando. No sabemos cuándo se olvidaron de ellos ni cuánto tiempo les queda por permanecer descolocados, sin uso. Este sabor algo angustioso, la incertidumbre que desprenden estas imágenes, amplía su belleza. Consigue que sigamos mirándolas esperando un desenlace que no llegará. Son una historia que se quedó congelada en un punto y a la que nosotros llegamos como invitados. Podemos observar pero no intervenir.



En Woodland, Daz nos ofrece ese viaje de ida y vuelta que ya os comentaba al principio. Fotografiando el detalle de los árboles, matorrales y plantas de un bosque, conseguimos ir de lo particular a lo general: de la naturaleza, esa naturaleza (con nombre y apellidos pero que desconocemos), a formas básicas como líneas verticales, círculos, diagonales. Realiza un ejercicio de la abstracción más pura aunque abandonando el proceso un poco antes de perder de vista absolutamente la conexión con la realidad.



En la serie Velocity, sin embargo, muchas de las fotografías sí que finalmente nos sumergen en las líneas, manchas de color, de luz. Realizadas dentro de un coche en movimiento, solo necesita jugar con el tiempo de exposición para conseguir resultados tan sugerentes. Obras envueltas en irrealidad esponjosa. En ensoñación.



En sus vídeos "Blooms", Daz ha grabado y fotografiado diferentes tipos de flores para después generar una serie de imágenes en 3D que descomponen la figura convirtiéndola en motas de luz y brochazos de color en suspensión en un espacio neutro, mágico, desprovisto de gravedad, donde la flor que ya no es flor, puede moverse y crear formas nuevas que no se parecen a su realidad anterior. La serie Blooms viene a demostrar, como ya lo hizo antes Kandinsky, que el arte abstracto, o mucho de él, tiene la naturaleza como modelo. Que lo que nos rodea no es más que construcciones azarosas pero precisas de formas puras, simples. Y que nuestra percepción depende en mucho de nuestra subjetividad y nuestra capacidad de mirar con ojos distintos. Armarnos con una mirada abierta para que lo no concreto, real, no nos aturda sino que nos haga imaginar un espacio y un tiempo diferentes.




En la última de sus salas, llamada "Vídeo Works" la figura humana vuelve a tomar protagonismo. Entornos abandonados, edificios que se desvanecen y transmutan en formas que danzan, naturaleza que se desdibuja... Todo ello para que la bailarina Fenia Kotsopoulou, su pareja, y algún actor más coreografíen unas pieza que, lejos de proporcionar solamente calma, nos obligan a mirar en nuestro interior y encontrarnos con nuestras propias preguntas. Con nuestros miedos y soledades. También nos incitan a observar a nuestro alrededor y cuestionar la verdad de lo que vemos. Nos puede ayudar a preguntarnos por aquel que tienes al lado. De nuevo, como en sus fotografías, nos atrae y deja la pregunta abierta. El qué ha pasado o qué pasará, sin resolver.



Daz resuelve por medios creativos digitales, cuestiones muy humanas y comunes. Se pregunta por el mundo queriendo hacernos partícipes de sus preocupaciones. Buscando la mejor forma, la más bella, de presentárnoslas. Porque aún en el siglo XXI hay preguntas que siguen abiertas. Porque hay cuestiones que seguramente no encontrarán una respuesta válida para todos y en cada momento. Porque el arte sigue estando conectado a (nuestra, la) naturaleza.


Todas las imágenes son propiedad de Daz Disley.