martes, 30 de diciembre de 2014

Capítulo 65. DE CÓMO DEJAR DE HUIR, LLEGAR Y QUEDARSE.

Hace un par de años escribí un post a modo de resumen. Ese artículo, uno de los que más me gusta por ser muy personal y a la vez colectivo, reflejaba una realidad fatal y desesperante en la que hoy seguimos inmersos. Eso no ha cambiado. Lo que sí lo ha hecho es mi situación. O mi persona. O las dos cosas.

El 2014 ha sido un año durísimo, lo que no es ninguna novedad. Mucho trabajo casi siempre por el simple hecho de sentirme útil, de vivir la experiencia, de compartir y ampliar horizontes. Y sí, me ha hecho feliz. Esos momentos (pues cada vez estoy más segura que todo, todo lo que nos ocurre al final, solo son instantes) me han ido descongelando.

Os aseguro que estar lejos de aquello de lo que quieres formar parte, no poder tocar o tomar un café con aquellas personas que te activan mente y cuerpo, sentirte fuera, lejos, que suponga un esfuerzo gigantesco moverte a cualquier lugar para estar, tocar o sentir, acaba convirtiéndose en una especie de cárcel. Una cárcel más o menos dulce porque la comparto con aquellos que nunca fallan y siempre están, mi familia, pero encerrada al fin y al cabo.

... Así, después de cuatro años en coma, congelada, petrificada, en los que he querido hacer mucho y solo he hecho lo que he podido; años en los que he querido sentir mucho pero siempre huía; días, semanas y meses en los que el miedo a todo hacía que me temblara la voz y no quisiera llamar a nadie; horas en las que necesitaba mucho y no sabía cómo expresarlo sin sonar trágica o cómica. Cuatro años, milcuatrocientossesenta días, treintaycincomilcuarenta horas que desde hace un tiempo (inexacto, claro) han dejado de pesar.

La cáscara dura que me cubría, sin saber cómo, ha empezado a caer. He comenzado a decidir y a dejarme llevar, y me siento viva, y quiero arriesgarme, y quiero hacer muchas cosas. Que me ericen la piel, pasarme horas delante del ordenador superando otro reto, quiero reír, llorar, trabajar, saborear, enfadarme, gemir, VIVIR, y no solo ver pasar los días.

Quiero ESTAR, porque ser siempre he sido, pero ser sin estar sirve solo a medias, calma solo un rato. Quiero formar parte de ésto, de aquello, de vosotros, de ti.

Y no ha pasado nada y ha cambiado todo. El 2015 empieza con planes. Me mudo allí donde, por mucho que nos joda (o no), se cuece todo. Quizá el ver las cosas de otra forma ha hecho que mucha gente y cosas buenas, vengan a mí. También los había antes y quiero darles las gracias por haber estado en este tiempo tan difícil. Si hoy puedo escribir esto es por esa “red de afectos” que me ha cuidado. Espero haber correspondido.

... Soy muy afortunada y por eso prometo que haré todo lo que se espera de mí en este nuevo año de planes nuevos y vida nueva: me equivocaré, me caeré, trabajaré duro, besaré, aprenderé, escucharé, abrazaré, diré cosas "sentías", seguiré imaginando un museo más social, compartiré, me cabrearé, buscaré calor, tardaré en llamar, contestaré rápido, me olvidaré de en qué día vivo alguna vez...

Hacedme un hueco. He dejado de irme. Estoy llegando. Ya voy y es para quedarme. ¿Me esperáis?