miércoles, 30 de noviembre de 2011

Capítulo 5. CADA VEZ QUE UN MAL PROYECTO MUSEOLÓGICO SE LLEVA A CABO, DIOS CASTIGA A UN GATITO (O A UN PROFESIONAL EN PARO).

  Durante varios años se ha realizado en Málaga un esfuerzo titánico por poner en valor el casco histórico de la ciudad, por dotarla de infraestructuras e instituciones que le dieran relevancia a nivel cultural e histórico, dada su candidatura como "Ciudad Europea de la Cultura 2016".

  Esto no es en sí mala cosa, pero como siempre, podemos caer en contradicciones o falta de sentido en algunos de los proyectos. La apertura masiva de museos que ha tenido lugar en Málaga llega incluso a hacernos pensar en la falta de viabilidad de estas iniciativas o en su falta de legitimidad, de necesidad... De hecho, algunos de ellos, que llegaron a abrir sus bolsas de trabajo, al final quedaron en el aire a la espera de no se sabe qué, como el museo especializado en gemas. También se abrió el museo "Revello de Toro", dedicado a un artista malagueño vivo, que para muchos, no hace sino marcar un carácter localista y responde a simpatías personales del equipo de gobierno del Ayuntamiento, más que a un verdadero interés por parte de la sociedad malagueña en la figura de este pintor. Os facilito las páginas web y noticias al respecto:



  Uno de los grandes esfuerzos y de las grandes satisfacciones para el equipo de gobierno malagueño, ha sido la apertura del Museo Carmen Thyssen Málaga  (Web Museo Carmen Thyssen Málaga). Situado en pleno centro de la ciudad, a pocos metros de la plaza de la Constitución y la calle Larios, en el palacio de Villalón del s. XVI, pretende ser uno de los mayores atractivos culturales y turísticos de la ciudad, al nivel del Museo Picasso Málaga. La institución nace del préstamo por 10 años de 230 obras de la colección personal de Tita Cervera al Ayuntamiento de Málaga. El museo está gestionado por la Fundación "Palacio Villalón" de la que forman parte la baronesa y su hijo, Borja, y el Ayuntamiento de la ciudad. 


  Ya desde su inauguración el 23 de marzo de 2011, y sobre todo con la dimisión de su directora María López Fernández y del asesor de la fundación gestora del museo, Tomás Llorens, la institución ha estado envuelta en la polémica. En primer lugar, dicen las malas lenguas, que la fecha de la inauguración fue adelantada de forma repentina a razón de las inminentes elecciones locales. En segundo, estas dos significativas dimisiones, airearon la excesiva intrusión política en el quehacer del museo. De hecho, la causa de ambas dimisiones vino provocada por la transformación del equipo directivo del museo, pasando la hasta entonces directora a "directora artística", y nombrando como "director gerente" a Javier Ferrer, jefe del gabinete del alcalde, Francisco de la Torre, y que según palabras de Llorens: "Carece de experiencia en la gestión de museos o instituciones artísticas (...). Un síntoma claro de la voluntad del Patronato del museo de relegar en su gestión las cuestiones histórico-artísticas a un nivel secundario".



  Con todo ésto, sólo pretendía dibujar la trayectoria del museo en lo que va desde su apertura, de la que no hace aún ni un año. Creo que es significativo y que, de alguna manera, estas circunstancias tendrán repercusión en lo que verdaderamente quiero analizar en este post: la exposición permanente del museo.

  Sería estúpido dudar de la calidad de la colección de Carmen Thyssen, la cual es completísima y llena de obras maestras de la pintura española del s. XIX. Pero, en mi opinión, no sólo son necesarias obras maestras para realizar una buena exposición, es más, pienso fírmemente que el poder contar con ellas es solamente un añadido, pues con obras menores se pueden realizar magníficas exposiciones. La calidad de la exposición depende, en mucho, de un elaborado y estudiado proyecto expositivo, que nos quiera dar un mensaje claro y directo, quizá reflexivo, y que, para ello, utilice sabiamente los recursos museológicos y museográficos existentes.

  Fui a visitar el museo a principios de junio. Debo decir que la restauración del edificio es, sin duda, inmejorable. Además de respetuosa con la historia del edificio, pone en valor restos arqueológicos romanos hallados en el subsuelo. La adecuación a la función actual de museo no deja lugar a la crítica, teniendo, además, detalles de un gusto exquisito, como el hecho de que, a través de las ventanas abiertas en la salas y tamizando la luz, han dejado que los alrededores del edificio, de gran belleza, entren en el museo y formen parte de la colección.

  El problema viene ahora. No es que yo esperara una museología y museografía rompedora como, por ejemplo, en el Museo de Orsay, pero sí al menos, un criterio lógico y ordenado. Una selección de obras que ilustraran un discurso cuidado.

  Museológicamente, aunque la colección está ordenada por estílos (costumbrismo, paisajismo, etc) y de manera más o menos cronológica, resulta que cuando nos adentramos en las salas no entendemos ni podemos disfrutar de las obras. La cantidad ingente de pinturas expuestas (la mitad de los fondos de la colección), hace que éstas estén amontonadas, con muy poco espacio para que podamos apreciarlas y disfrutar de la singularidad de cada una de ellas. La colocación de obras de gran calidad al lado de otras mucho menores, y donde se repiten los temas hasta la saciedad, hace del discurso algo difuso. ¿Qué se pretende con ello?. No necesitamos ver 20 gitanillas, 30 marinas, etc, para entender lo que esas pinturas significaban y querían transmitir. Es más, la excesiva información aportada por las obras hace que lo genial se diluya ante el TODO. No encuentro un significado en este proyecto expositivo. A mi parecer, el único mensaje es: "Mirad todo lo que tengo". Parece el "gran bazar chino del arte español del XIX". 

  En museografía los fallos son gigantescos. Las obras no tienen espacio suficiente, están colocadas sin seguir una línea de horizonte que nos permita hacer un recorrido sin que la mirada vaya saltando de unas a otras. Las cartelas están colocadas sin orden ni concierto, ahora a la derecha, más tarde a la izquierda, a alturas diferentes y con una letra diminuta, lo que hace imposible a una persona con problemas de visión leer lo que en ellas está escrito. Sí, se ha pensado en las personas de movilidad reducida, pues en un museo de nueva apertura es imposible no tenerlo en cuenta, y el edificio aún siendo del siglo XVI, ha conseguido adaptarse sin problemas a éstas necesidades, pero, ¿y los problemas de visión?. Es una cuestión de solución muy sencilla, y sin embargo, las cartelas no se adaptan.

  Por último, hasta pasados varios meses de la inauguración, no se abrieron las salas de exposiciones temporales. Cuando yo fui estaban cerradas. ¿Cómo es posible que no se contemplara ésto en el proyecto museológico?. Se me hace difícil entender cómo un museo con una partida presupuestaria considerable, ha presentado un proyecto museológico y museográfico tan deficiente. No sé exactamente a cuánto asciende, pero en vista de como otros muchos museos llevan a cabo su actividad con un presupuesto ínfimo, me resulta de interés resaltarlo. Y me sorprende más aún, ya que la exdirectora es una reputada profesional con una enorme trayectoria a sus espaldas. Sí, si decides entrar aquí debes seguir los mandatos de la Fundación, pero, ¿no se pudo hacer de manera más científica, estudiada?. Quizá esto adquiera sentido en esta frase : "La baronesa, que ha participado activamente en la preparación y colocación de las obras, ha cuidado el componente familiar" (Artículo de "El País" del 24 de marzo de 2011). ¿Por qué no se deja a los profesionales actuar con libertad?. ¿Habrá sido ese el problema?. En un proyecto museológico se establece una temporalidad, unos plazos para la correcta realización y puesta en marcha de cada uno de los puntos. ¿Será la inauguración anticipada la responsable de estos fallos?.

  Pues, ésta es mi crítica, espero constructiva. Me he basado en datos objetivos y en criterios propios de la ciencia museológica.

  Por último, decir que yo envié mi CV para diferentes puestos en este museo. No me seleccionaron, y ya no creo que lo hagan. Quizá tuvieron razón con su decisión.


miércoles, 23 de noviembre de 2011

Capítulo 4. LA VIDA ES DOMINGO

  Hace un par de semanas tuve la suerte de asistir, en Granada, al espectáculo "Rooom" del grupo barcelonés "Standstill".

                                  
                               
                            


  La banda, nacida en 1998 con Enric Montefusco al frente, ha ido creando un sonido propio, lleno de matices y de personalidad. Con sus 7 trabajos (entre LP's y EP's) han evolucionado desde el hardcore punk hasta un estilo de difícil clasificación, pues en su úlitmo disco (suma de 3 EP's) "Adelante Bonaparte" podemos encontrar desde sonidos electrónicos hasta música de cámara, todo con un lenguaje original y personal. Una sencillez elaborada llena belleza. Se hace casi imposible, por ello, decir qué es lo que hacen ahora. Lo mejor es simplemente, escucharlo.

  Su contacto con las artes escénicas comenzó ya en 2004 cuando estrenaron el espectáculo "Desencuentros: Con miedo pero con hambre", quedando así inaugurada su colaboración con el mundo del arte y el teatro alternativo. También han sido protagonistas de cortos y largos en los que se refleja su día a día como banda, sus conciertos y sus procesos creativos, como en "10 años y una zanahoria", documental de 2007.

  Pero centrémonos en "Rooom". Este espectáculo está basado en su último disco "Adelante Bonaparte" pero van más allá de un simple concierto, pues además de la música acompañan con una cuidada puesta en escena  y creaciones videoartísticas que van desde una estética del vídeo casero, hasta la más cuidada obra audiovisual. "Rooom" es una habitación, la de los Standstill, o quizá la de Bonaparte, protagonista del disco. 

  Bonaparte es cualquiera de nosotros, un héroe cotidiano y en los 3 EP's que forman el disco, nos cuenta su historia. Una historia como la de cualquier persona de aquí y de ahora, que va desde los recuerdos de la niñez, la construcción de la personalidad propia, hasta la madurez, la creación de una familia, "la vida normal".


                                   


  El primer capítulo (y EP) se titula "Algunos recuerdos significativos de B."  Para adentrarnos en el mundo de Bonaparte, Standstill comienzan con la canción "Todos de pie (prefacio)" en la que nuestro protagonista reflexiona, el día de la muerte de su padre, sobre lo absurdo e hipócrita del funeral, y que dará como fruto un recorrido, en las siguientes canciones, por los recuerdos de su infacia y su familia. Las vídeocreaciones en esta primera parte, con un tinte de reportaje casero,  nos transportan por unas escenas familiares e íntimas.


                                   


  En el capítulo II "B. pasa de querer comerse el mundo a esconderse en un pequeña parcela". Ya después de haber sido presentado, Bonaparte nos cuenta su juventud, que oscila entre la búsqueda de la personalidad propia, una huida hacia delante, y la depresión, la sensación de no pertenecer a un lugar concreto, los desengaños (amorosos y no). En palabras del protagonista "¡Otro desengaño más y me voy a lanzar al new age, y tomar por culo!!!" (de la canción "El resplandor").

                                     



                                     

  En esta parte del show las imágenes han pasado a ser verdaderas creaciones, llenas de simbolismo, que nos meten de lleno en la historia, que nos la dibujan.

  El capítulo final, titulado "El corazón de B. despierta", es un verdadero florecimiento, lleno de canciones tiernas y cariñosas. Bonaparte ha encontrado el amor, es suficientemente maduro para valorar el cariño de sus seres más allegados "Yo vivo en una ciudad que está enferma, y Barcelona sobrevivirá gracias a ELLA" (de la canción "Cuando ella toca el piano"). Es capaz de encontrar belleza y sentido a su existencia en la vida diaria, en el placer de sentirse querido y querer. Con este episodio, nuestro ya amigo, que ha formado una familia propia, nos abandona dejando la puerta abierta a la esperanza, haciéndonos ver que la vida de cualquiera es extraordinaria a pesar de sus bajadas y subidas. Nos hace sentir empatía con su persona y nos lleva a reflexionar sobre nuestra propia existencia.

                                       


  Si aún no he dicho que el "Rooom" me parece una auténtica obra de arte, lo diré ahora. No hace falta que conozcas los antecedentes de esta increíble banda. Incluso en el concierto, encontré madres que asistieron invitadas por sus hijos, y disfrutaron, se emocionaron como cualquiera de los que hemos seguido su trayectoria y tenemos todos sus discos.

  "Rooom" ha cosechado el éxito desde el principio y más de 12.000 personas ya lo han visto. Ha estado en cartel en lugares tan emblemáticos como El Círculo de Bellas Artes de Madrid. Es una experiencia para los sentidos. Las imágenes y la música forman un todo compacto, que emociona, que conmueve. Podría decir que tiene hasta sabor y tacto. No puede dejar indiferente pues la calidad del todo que es "Rooom" sobrepasa cualquier expectativa que tengas antes de entrar al espectáculo. Las críticas especializadas lo corroboran:

"Todo resulta emocionante e intenso. A eso se le llama transmitir" (Lino Portela, EL PAÍS)

"Pocas veces, muy pocas, un grupo de casa y posiblemente de fuera tampoco, ha tenido nunca la capacidad de hacernos temblar a la vez dos sentidos tan básicos como el de la oída y la vista" (Albert Puig, TIME OUT)

  Además, la banda propone una acción o proyecto colectivo desde su página oficial. Nos facilitan unos teléfonos para que cuando estemos en situaciones que nos hagan sentir la carencia de CARIÑO, RESPETO O ATENCIÓN, llamemos y dejemos nuestra experiencia, "como si pidieras ayuda a un super-héroe".

  Pues, creo que está más que justificada mi admiración por esta banda y por los proyectos que llevan a cabo. Son verdaderos artistas multidisciplinares que nos invitan a participar en sus trabajos de forma activa, sensitiva, emocional.

  Mi vida está aún en el lunes, quizá como mucho, en el martes, pero llegará mi domingo. ¿El tuyo ha llegado ya?


                                       

  

lunes, 21 de noviembre de 2011

Disculpas

Queridos seguidores y amigos. Llevo unos días muy ocupada, pero prometo escribir una nueva entrada en esta semana. Os espero por aquí :)

sábado, 12 de noviembre de 2011

Capítulo 3. UNA RESPUESTA Y MEDIA

  Hoy pretendo darle respuesta a una de las preguntas que me (os) planteé en mi entrada anterior. Puede ser que, contestando una, consiga al menos media respuesta a otra de ellas.

  Pues bien, ¿quién decide qué es arte y qué no actualmente?. Allá voy...

  A lo largo de la Historia del arte, las manifestaciones artísticas han estado vinculadas a los entes de poder de la sociedad: religión y estado. Ya incluso en la prehistoria, el arte (o lo que los historiadores del arte hemos venido a llamar como tal) estaba directamente relacionado con lo religioso o mágico, siendo sus ejecutores los chamanes o gurús de esas comunidades. Más tarde, en la época clásica, fue un instrumento al servicio de la política y como no, también de la religión. Podemos observar que esto mismo ha estado ocurriendo en periodos posteriores.

  Con la apertura de los primeros museos, después de la revolución francesa, los grandes coleccionistas, los reyes, abrieron sus colecciones al pueblo y de ahí que la masa social, pudo comenzar a tener contacto con las grandes obras que ya no sólo eran religiosas o propandísticas, sino simplemente bellas.

  El nacimiento de un poder social verdaderamente fuerte como para poseer este preciado artículo, la burguesía, y la entrada en escena del capitalismo, supuso que el arte entrara a formar parte del mercado.

  Los objetos artísticos se han convertido desde entonces, en objetos de mercado y esto lo cambia todo, aunque no cambia nada. El cambio principal, a mi parecer, es que el círculo elitista en el que se movía hasta entonces, se abrió. Ahora esta élite de la sociedad que puede poseer arte es mayor, en número sí.

  El arte pues, es un MERCADO, y se rige por las reglas que a éste le son propias (oferta y demanda, etc, etc). ¿Esta afirmación supone que saquemos las obras artísticas de ese mundo supremo en el que se movían?. No, para nada, pues sigue siendo un producto de lujo que solamente unos pocos pueden adquirir, y es más, no ha perdido su carácter mágico, pues poseer arte te da estatus, te incluye en el círculo de aquellos que, a falta de títulos nobiliarios, consiguieron distinguirse del resto de la humanidad gracias a las grandes colecciones que crearon. Véase por ejemplo Salomon Guggenheim o el barón Thyssen, que consiguieron fortuna gracias a sus grandes negocios y que, gracias a sus colecciones pasarán a la posteridad y serán recordados (¿no era a caso eso lo que pretendían los grandes emperadores romanos con sus programas escultóricos y arquitectónicos?).

  Si el arte es un mercado ¿quienes eligen qué es arte o que no en la actualidad?. Respuesta: aquellos que pueden pagar por él, es decir, LOS COLECCIONISTAS. Aquí tenemos entonces, la respuesta, y enseguida, la media respuesta. El arte contemporáneo debe tener como característica el ser comprable, debe ser atractivo para aquellos que pueden pagar por él. Esto no nos debe hacer rasgarnos las vestiduras, pues, en principio, no quita el valor artístico a la obra. Eso sí, como cualquier producto, su mayor o menor auge en el mercado responderá a cuestiones de moda o gusto, y es de suponer, que a cuestiones de valor artístico.

  Queda, de este modo, enmarcado el mundo del arte actual. Hagamos un retrato de la situación. En lo alto de la pirámide encontramos al coleccionista, que normalmente, se encuentra apoyado en expertos que le aconsejan sobre sus compras. No debemos olvidar a los museos y las grandes instituciones, pues también ellas serán grandes coleccionista (para ser museo, según el ICOM, debes poseer una colección). Por debajo de ellos, se encuentran los lugares donde se realizan las transacciones comerciales artísticas, es decir, galerías y casa de subastas, que crearán tendencias según su stock. Y ¿en todo este entramado dónde queda el artista?. En mi opinión, viene justo ahora. Tras la creación del concepto de genio en el s. XIX, el artista entra en este círculo con personalidad propia y su mayor o menor éxito dependerá, en mucho, de el éxito de la venta de sus obras. Los artistas necesitan que los galeristas y las casas de subastas vendan sus obras y que el coleccionista apueste por ellos. Un creador pasará del más absoluto anonimato a la aclamación pública cuando uno de los grandes decida incluirlo en su colección. Después de eso, o al mismo tiempo, los museos e instituciones se lo sortearán para inaugurar exposiciones sobre ellos, aunque, como no, se puedan dar casos en los que el recorrido no sea exactamente el aquí dibujado.Por último, el crítico, que será el encargado de dar sustento teórico a todo lo demás. sea a priori como a posteriori.

  Es por todo esto que cuando vamos a una inauguración importante, y haciendo una parodia del mundo del arte, nos encontremos a los siguientes tipos:

-El Artistas: como un Bisbal del arte, aclamado, abrumado por la prensa.
-El Director del Museo o Galerista: el productor del espectáculo.
-El Crítico: a favor o en contra de todos los demás. Dispuesto a hundir en la miseria la representación o bien, alabarla y aplaudirla.
-El Coleccionista: presume de poseer ya un ejemplar del genio, o mueve sus hilos para poseerlo cuanto antes.
-El Comisario: el encargado de hilar el argumento de todo, el que ha creado el guión.

  Pues, estando así las cosas, las diferentes personas que trabajan o queremos trabajar dentro instituciones de difusión del arte contemporáneo y museos (conservadores, comisarios (no freelance), responsables del departamento pedagógico, etc) tenemos la labor de ser los que presentemos este mundo a la sociedad en general, haciéndosela comprensible, creando un discurso crítico a su alrededor, consiguiendo que sea accesible. Esto no es tarea fácil, ya que el arte contemporáneo, por estar gestándose en el mismo momento en que se quiere consumir, y encontrándonos en un mundo postmoderno, donde los límites anteriormente trazados se diluyen, nos supone un reto, un misterio a descifrar incluso a aquellos a los que se supone "entendemos de arte".

  Es el reto, el desafío lo más apasionante para mí cuando hablamos de arte contemporáneo, pues entender la realidad en la que nos vemos inmersos no es sino un ejercicio de crítica y autocrítica al mismo tiempo.

  Como decía Camila (y el arte) "me gustaría saber qué obras y artistas pasarán a la historia". A mi también me gustaría, pero creo que debemos esperar para eso. Debemos tener paciencia para que el presente se convierta en historia, aunque yo, ya tengo mis apuestas.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Capítulo 2. ¿Y AHORA QUÉ?

  Llevo bastantes días dándole vueltas a la cabeza para intentar darle forma a este escrito, y bien, no sé si finalmente lo conseguiré.

  Debo admitir que siempre me ha fascinado la filosofía y la estética, pero no soy ni mucho menos una entendida, así que intentaré decir lo que quiero decir sin cometer errores imperdonables por no citar (o por citar sin ser consciente) a un pensador u otro.

  Cuando comienzas a estudiar historia del arte, uno (o al menos yo) cree que el arte es algo definido y que, una obra de arte es un objeto con características bien delimitadas, por lo que es indiscutible que una obra de arte no sea considerada como tal.

  Más tarde estudias que ya los dadaistas y futuristas a principios del siglo XX, pregonaron la muerte del arte y celebraron su renacer. En este renacer la obra ya no era algo encasillado, donde las posibilidades, por infinitas, se hacían dificilmente encuadrables.

  Según José Fernández Arenas, en su libro Teoría y Metodología de la Historia del Arte: "Una obra de arte, sería, por tanto, un producto original elaborado por el hombre artificialmente con la intención de comunicar algo", y, "Las obras de arte no sólo son un hecho histórico y cultural sino además un objeto material donde interviene la técnica, la materia, la forma, el lenguaje colectivo e individual y el testimonio social. Existen motivaciones históricas, estéticas, lingüísticas, y sociales en el origen de la obra de arte".

  Si seguimos esta definición, ¿dónde englobamos al arte conceptual?. Como sabemos, esta corriente artística desobjetualizó el arte, es decir, la obra no era más un objeto, sino una idea. Dicho sea de paso, leí en algún lugar que en los años ochenta las galerías más renombradas dijeron a los artistas conceptuales: "¡Chicos, volver ha hacer objetos, que no tenemos nada que vender!". Por supuesto que las ideas son valiosas, pero el mercado quiere objetos.

  Otra de las características propias de lo que tradicionalmente se ha considerado arte, era la pericia técnica (pintura, escultura, arquitectura). Pero claro, llegó nuestro amigo Marcel Duchamp y colocó un urinario al revés, una rueda de bicicleta sobre un tabure de madera...y ahora, ¿qué hacemos con la pericia técnica?. Si el artista ya no elabora materialmente la obra (no quiere decir que no domine las técnicas sino que simplemente, decide obviarlas), ¿cómo podemos valorar la pericia técnica?. O un ejemplo más cercano. Damien Hirst. En sus series de "Historia Natural", donde animales muertos son preservados en formol, y expuesto en vitrinas acristaladas. Saco a Hirst a colación para recordar que su tiburón tigre se descompuso y debió ser reemplazado por otro. A parte de otras críticas posibles...¿pericia técnica?.

  Siguiente característica: una obra debe ser única, es decir, no ser un plagio de una obra ya existente. Bien, hoy por hoy, la fotografía, el grabado, el vídeo, son artes con mayúsculas, pero por supuesto, son obras múltiples. Nos hemos cargado otra de las premisas de la obra de arte.

  Vayamos ahora a la originalidad. Una obra de arte ha de ser original. Citando de nuevo a Fernández Arenas: "Lo que sí debe ser distintivo de una obra de arte es la autenticidad como opuesto a copia, imitación o plagio. Esta autenticidad debe darse no sólo en la concepción, diseño o proyecto que se puede definir como originalidad creativa, sino también en el plano de la realización técnica de la obra". Bien, pues ahí tenemos a Tracey Emin, que siendo una de las artistas más cotizadas actualmente, presenta en sus exposiciones su diu muy bien enmarcado, o la obra "My Bed", en la que Emin nos muestra su cama, deshecha, con sábanas sucias, pañuelos de papel, condones, compresas, etc donde estuvo una semana metida sin salir pensando en suicidarse. Esta obra fue finalista del premio Turner en 1999 y que definitivamente la catapultó a la fama. ¿No es esto sino una copia de lo que, en su momento hizo Duchamp?. Es decir, un ready-made, u objeto encontrado que se convierte en arte por el simple hecho de que el artista lo ha considerado así y lo ha puesto en una galería sobre un pedestal.

  Por último, hablaremos de artisticidad. Fernández Arenas nos comenta: "La artisticidad está definida por la comunicabilidad del objeto artificializado. Ello supone que esta comunicabilidad depende de unos condicionamientos productivos y otros perceptivos y que, cuanto mayor o menor sea el nivel de comprensión, mayor o menor es la cualidad artística del objeto". Y con esto último acabamos de destrozar la mayor parte de la producción artística contemporánea, pues como dije en la anterior entrada, la mayor parte de la sociedad no comprende ni legitima el arte contemporáneo.

  Quiero señalar que creo que hoy en día se hacen cosas muy buenas, que conmueven, transmiten, te hacen reflexionar, comunican. Quizá no es problema de la obra contemporánea en sí, sino de la teoría sobre ella, que ciertamente, habría que reformular. Muchos filósofos y teóricos actuales ya están puestos manos a la obra.


  Analizado todo esto, y sin echar mano de Hegel o Arthur Danto (te tiene que gustar la filosofía pero son, indudablemente lecturas muy recomendables), ¿Qué es una obra de arte contemporáneo?, ¿qué características le son propias?, ¿quién decide qué es arte y qué no actualmente?.


  En mi opinión, al menos una de esas preguntas tiene una respuesta clara y evidente, pero dejaré el tema para mi próxima entrada.